domingo, 19 de septiembre de 2010

Triste Le Ville

(…) Prepárese quien cree, prepárese quien cree a soñar el largo sueño creado en la vida con la minuciosidad con que se talla una figulina de marfil, porque cada hombre soñará en su muerte el sueño que le mereció su vida. Deberías temer, miserable, no al fuego eterno sino a lo que más odias en la vigilia. Poco ingeniosos y poco vengativos y poco benévolos y poco crueles serían los Señores de la Muerte si dieran a todos los justos la misma recompensa y un solo castigo a todos los injustos…
Tengo miedo de irme al Paraíso, murmuró y me mordía, el libro dice que el Paraíso es el infierno más horrendo de un pecador (…)

(…) Estaba ahí, sobre el piso del andén. Algo, la misma fuerza que me mandó reparar en él entre tantos otros de su misma especie, me impulsó a recogerlo. O quizá fue pura casualidad. El caso es que lo levanté y comprobé que estaba intacto. En el anverso, estampado en letras negras sobre fondo amarillo, leí: A TRISTE LE VILLE, y más abajo: IDA SOLAMENTE

Desde mi niñez he sido amante de lo imprevisto. Me sedujo la aventura de un viaje a cualquier parte y no lo pensé más.
Dos minutos. Lo que ahora va a escribir mi mano es algo más que una frase, miserablemente lo sé: en toda la eternidad no pasan las cosas que pasan en dos frágiles minutos humanos (…)

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